Se hace necesaria la reflexión, aún cuando no siempre tengamos algo a la mano sobre lo cual reflexionar, hoy se conmemora el día del padre, los vástagos empiezan a acicalarse las alas y apenas y te haz percatado de el papel que juegas, jugaste, haz jugado, jugarás en su vida. Responsabilidad nombran al juego, ellos no pidieron venir, ciertamente, pero tu tampoco ni nadie más de los que te rodean, entonces por qué se obstinan en querer venderte esa idea.
Hace algún tiempo Juan Cristóbal (el inmortal personaje creado por Rollaind) increpando a los franceses decía que querían hacer de sus hijos unos gordos rentistas, resolviéndoles la vida por anticipado y con ello les quitaban el gusto de encontrar sus propias respuestas, su propio camino. Hoy día hemos transitado por esa senda hacia un lugar sin retorno.
Viendo en retrospectiva y sin afán de interiorizar (la introspección o meditación consumen el recurso más escaso hoy día) no me siento para nada orgulloso de la forma como he sido padre. Ensaye mi propio estilo muy alejado del canon prevaleciente buscando ser más amigo que padre, por aquello de que la mejor forma de ser amigo de un joven es no siendo su padre, frase favorita de mi adolescencia que recite con la vehemencia de un papagayo.
Los altercados no fueron, vistos en perspectiva, más que rabieta de niño caprichudo pero calaron hondo en su momento. No quise pues repetir la historia e idealicé la figura paterna en que habría de convertirme a raíz de un sueño donde más que padre, era una especie de guía espiritual, hermano, amigo, mentor –todo en uno—lo único que mi sueño olvidó es quién nos iba a mantener en el entreacto. Así que ese Robinsón postmoderno encalló más pronto que tarde sus quimeras en la palabreja que abrió mi disertación. Responsabilidad, tarde ya aprendí que esta palabra tiene un sentido mucho más basto que el común de la gente le acomoda... no es sólo un deber, algo impuesto desde el exterior, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano (Fromm, E.)
Pero ¿cuáles son esas necesidades? Ciertamente las más visibles y tangibles son las físicas o materiales, únicamente que un ser humano no es sólo materia y aqui es donde empieza mi fracaso, primero por ese omnipresente marco de referencia personal que, consciente o incoscientemente queremos imponer a los demás, sobre todo cuando de hijos se trata, son nuestras criaturas, nuestra crea-ción, porque no re-crear una copia aumentada y mejorada de nosotros mismos y es dónde el econtronazo se da inevitablemente.
Sea como sea, ahora ya es tarde. Como una buena amiga dijo alguna vez, los hijos pasan sin darnos cuenta del asiento de atrás para agarrar el volante y empezar a conducir su propia vida.
Hace algún tiempo Juan Cristóbal (el inmortal personaje creado por Rollaind) increpando a los franceses decía que querían hacer de sus hijos unos gordos rentistas, resolviéndoles la vida por anticipado y con ello les quitaban el gusto de encontrar sus propias respuestas, su propio camino. Hoy día hemos transitado por esa senda hacia un lugar sin retorno.
Viendo en retrospectiva y sin afán de interiorizar (la introspección o meditación consumen el recurso más escaso hoy día) no me siento para nada orgulloso de la forma como he sido padre. Ensaye mi propio estilo muy alejado del canon prevaleciente buscando ser más amigo que padre, por aquello de que la mejor forma de ser amigo de un joven es no siendo su padre, frase favorita de mi adolescencia que recite con la vehemencia de un papagayo.
Los altercados no fueron, vistos en perspectiva, más que rabieta de niño caprichudo pero calaron hondo en su momento. No quise pues repetir la historia e idealicé la figura paterna en que habría de convertirme a raíz de un sueño donde más que padre, era una especie de guía espiritual, hermano, amigo, mentor –todo en uno—lo único que mi sueño olvidó es quién nos iba a mantener en el entreacto. Así que ese Robinsón postmoderno encalló más pronto que tarde sus quimeras en la palabreja que abrió mi disertación. Responsabilidad, tarde ya aprendí que esta palabra tiene un sentido mucho más basto que el común de la gente le acomoda... no es sólo un deber, algo impuesto desde el exterior, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano (Fromm, E.)
Pero ¿cuáles son esas necesidades? Ciertamente las más visibles y tangibles son las físicas o materiales, únicamente que un ser humano no es sólo materia y aqui es donde empieza mi fracaso, primero por ese omnipresente marco de referencia personal que, consciente o incoscientemente queremos imponer a los demás, sobre todo cuando de hijos se trata, son nuestras criaturas, nuestra crea-ción, porque no re-crear una copia aumentada y mejorada de nosotros mismos y es dónde el econtronazo se da inevitablemente.
Sea como sea, ahora ya es tarde. Como una buena amiga dijo alguna vez, los hijos pasan sin darnos cuenta del asiento de atrás para agarrar el volante y empezar a conducir su propia vida.
Comentarios